Thursday, July 25, 2013

Un giro hacia lo desconocido


        Cuando tenía once o doce años, empecé a desarrollar un interés en el diseño de la moda.  Si se pudieran ver todos mis papeles y ensayos de la escuela secundaria y la universidad ahora, se verían dibujos incontables de las mujeres en unos vestidos de mi propio diseño.  Yo investigaba a todos los diseñadores y trataba de aprender sus nombres y estilos de memoria y emparejarlos desde sus anuncios en las revistas.  En el colegio, empecé las clases de coser e hice prendas para unos desfiles de moda de estudiantes que pasaron en Pittsburgh.  Fueron muy divertidos, y mis habilidades de crear la ropa mejoraron.  Por fin, tuve una colección de fotos de dibujos y vestidos para mis solitudes de las universidades, y fui aceptada a mi programa favorito de desfile de moda, en Cornell.  
            Un día, durante la semana de exámenes finales en Cornell, estaba en mi cuarto, tratando de estudiar para lo que parecía el decimoquinto examen esa semana.  Era mi tercer semestre en Cornell ya, y mi tercera serie de exámenes finales y proyectos grandes de diseño.  Es posible que estuviera un poco loca a esa hora, después de dos o tres exámenes, pero no recuerdo exactamente en lo que estaba pensando.  Solamente sé que estaba demasiado agitada para sentarme quietamente decidí correr afuera por algún tiempo.  Sin embargo, Cornell está en Ithaca, Nueva York.  En diciembre, el clima está más o menos horrible todo el tiempo y aproximadamente mil grados bajo cero.  Pero me fui del dormitorio, emocionada por el aire tonificante, con guantes y sombrero para alguna protección. 
            Afuera, estaba bellísimo.  Había pasado suficiente tiempo desde la última nieve y los senderos estaban limpiados para correr fácilmente, pero la nieve en el césped todavía estaba blanca pura, sin manchas del lodo o los humos de los autos.  Corrí por el aire frío por triente minutos, y terminé al lado de un desfiladero cerca  de mi dormitorio.  Eran casi las cinco de la tarde, y la puesta del sol estaba allanando rápidamente.  Con las endorfinas fluyendo, escuché el agua en movimiento y estiré mis músculos. 
            Entonces, me paré.  Lo supe.  Era tan claro como el agua que estaba chorreando en el desfiladero.  No quería ser una diseñadora.  Odiaba el trabajo en el estudio.  No era feliz, no me gustaban mis clases y quería estudiar algo académico.  Quería leer libros y estudiar en la biblioteca con mis amigos.  Todavía me gustaba la idea de ser una diseñadora, pero sabía que quería experimentar los años de universidad en la manera “normal,” y después, quizás, pudiera podía la moda.  Quería ser una estudiante y tomar clases difíciles sin razón específica y lo más importante―quería escribir.  Quería escribir a pesar de que sabía que no era un trabajo estable; quería escribir aunque no supiera que tenía una novela en mí o no.  Quería escribir porque siempre había querido escribir, solamente no podía confesarlo. 
            Cambié mi especialidad esa semana a inglés.   Tuve que correr todo el camino al cuarto de mi amiga para decirle mi decisión porque si no le decía a alguien, iba a cambiar de pensar otra vez.  No me gusta el cambio mucho y odio lo desconocido.  Me gustan los planes y las cosas ciertas y lógicas, pero ahora, no tengo ningún plan especifico para mi carrera después de la universidad y estoy bien.  Me encanta escribir y leer y recibir créditos por estas cosas en la universidad.  No me di cuenta de que tenía un conflicto de intereses en mi vida hasta que la solución del conflicto llegó a ser innegable.  Quizás habría sido mejor si hubiera descubierto mis deseos más pronto, pero todavía tengo tiempo.  He tomado un giro hacia lo desconocido, y ha valido el riesgo hasta ahora. 

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